"En honor a la verdad hay que decir que la ensaimada es un bollo muy antiguo, bastante anterior al cruasán y un bollo muy español. Ensaimadas se hacen en Mallorca, Madrid, Andalucía y Castilla-La Mancha. Eso sí, en Mallorca tuvo su boom en los años 80 cuando se vendieron millones de ensaimadas", afirma desde el obrador de Móstoles, donde cada día cuecen 300 ensaimadas pequeñas ("no son lisas, llevan un poco de cabello de ángel") y 500 de medio kilo a la semana.
"En las tientas, siempre tenemos de nata y crema. También las hacemos de sobrasada por encargo y hasta las hemos ofrecido de higos o albaricoque", apunta.
Un especialista las enrolla 3 horas diarias
"Tenemos a un especialista que las enrolla sobre el dedo durante tres horas diarias", indica Martín, que tras trabajar durante once años como taxista se incorporó como pastelero al negocio familiar, iniciado en Madrid por su suegro Natalio Pérez, en 1975, en la Pastelería Cala Millor.
Así, tras varios años gestionando las pastelerías madrileñas las dos hijas de Natalio, en 2018 la rama de Juan Antonio Martín y Conchi Pérez cambiaron de nombre varias tiendas para dar a luz Pastelerías Manacor.
En este caso, el origen de las ensaimadas tipo mallorquina en Madrid se remonta a los años 70 cuando un pastelero madrileño estuvo trabajando en la Isla y al regresar a la capital montó la Pastelería Cala Millor en la calle Fermín Caballero.
"Fue en el año 1975 cuando mi suegro Natalio compró la Pastelería Cala Millor y siguió mejorando la elaboración de ensaimadas", asegura el responsable de Pastelerías Manacor, recién llegado del programa de Ana Rosa donde ha hecho torrijas.
"Una buena ensaimada se hace con un buen estirado, una masa normal con azúcar, huevo, harina... con una buena manteca y, a partir de ahí, ya tienes una ensaimada una ensaimada mallorquina", aclara este pastelero, nacido en Burgohondo (Ávila), que también es presidente de la Asociación de Empresarios Artesanos del Sector de Pastelería de Madrid.
Sergio Dalma, un loco de la ensaimada
Como anécdota, recuerda que cuando tenía un obrador más pequeño en Majadahonda (en el de Móstoles trabajan 24 personas) hizo amistad con un vecino, el artista Sergio Dalma.